#2 Tiempo / Literatura

 

-Escribir es un acto solitario. Una de las diferencias fundamentales entre escribir y hablar radica en el hecho de que, quien escribe, puede tomarse el tiempo de elegir con mayor diligencia las palabras, a diferencia de quien habla, que está apremiado por el ritmo del contexto y la situación. La ausencia de un interlocutor real es la medida en la que mi soledad se explaya: si nadie espera una palabra mía; ¿por qué habría de apurarme en encontrarla? El tiempo de la postergación, del aplazamiento, es el espacio en que la literatura compone sus proyecciones, intensidades y repliegues. Hay que extraer una cantidad de consecuencias de la sospecha de que lo que hoy llamamos literatura no sea sino aquello que hemos aprendido a decir al conquistar el tiempo que hace de la demora, del privilegio de la pausa, una actividad legítima. Que escribir es la forma que el lenguaje adopta cuando estamos solos. Estrictamente hablando: la forma del lenguaje cuando nadie nos espera.

 

¿Cuánto me demoro en construir una casa? ¿Cuánto me demoro en decir “voy a construir una casa”? ¿Cuál es el nombre de la diferencia entre estos dos eventos? Uno tiene primero que medir el tiempo que ocupa dicha diferencia. Luego, calzar un nombre adecuado al trayecto de ese tiempo, que capture su realidad no en magnitud numérica, sino en magnitud cualitativa, como duración y proceso. Finalmente, ponderar si la palabra poesía califica para ocupar dicho rango. Y solo entonces: escribir con responsabilidad.

 

Escribir es un acto colectivo: veo mi mano y digo: este pedazo de carne ha aprendido a dibujar grafismos cuyos códigos de interpretación

no me pertenecen. Así me hiciese capaz de producir por mi cuenta un sistema escritural privado, ello sería la mejor demostración de que lo público no es el horizonte al que me dirijo cuando escribo, sino el espacio desde el cual y para el cual lo hago.

Esta es mi mano, lo concedo, pero aun cuando su intimidad me pertenezca, ninguna marca de la misma participa de ese espacio común que la literatura persigue.  (Es indiferente que sea mi mano quien escriba, mi mano solo pone en activación un procesador de textos, no produce el texto como tal). La mano con pluma no vale más lo que la mano que conduce el arado. Y está claro que no se trata ya, en nuestro siglo, de manos (“¡qué siglo de manos!”- decía Rimbaud), sino de dedos, que es el deíctico del cuerpo, pensado como punto y señas. A este respecto, la ética neoliberal que entroniza la elección como el principio básico de la libertad, encuentra en el dedo y su variante cibernética, el click, una instancia material idónea.

 

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La diferencia entre ese tiempo en que otrora mi mano dibujaba letras, imprimiendo en el trazo una cierta ética de la mano trabajadora. La diferencia entre ese tiempo y el tiempo del instante de la presión de una tecla, ese punto en el tiempo que desmiembra su carácter continuo acompañado por el traqueteo sonoro de las letras (la contrapartida del silencio del poeta en los tiempos del ordenador…). Quiero decir: ¿Cuánto me demoro dibujando una letra? ¿Cuánto me demoro presionando esa misma letra en el teclado? ¿A quién, pues, le pertenece ese tiempo restante entre los dos eventos? Es para aquel que administra y organiza ese tiempo que yo escribo.

 

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Si (a causa de que las presiono y ya no las dibujo más – ¡las letras!) me demoro menos en el acto de escritura, en un determinado lapso de tiempo, ¿escribo más?  Este podría ser un cuento: una carrera entre un millennial y un nativo no digital: el que dibuja versus el que puntúa el lenguaje. Cantidad de palabras escritas por minuto, ¿quién vence?, ¿qué le dice el vencedor al vencido? Y no digo “decir” como quien dice algo, sino como quien adivina un espacio común en que los dos se entiendan. Y es por ese esfuerzo que, cada día con una mayor cantidad de evidencias al galope, pareciese más vano, más un resonar de los barullos en una especie de juguetería inmensa, por lo que la confluencia de las generaciones reunidas no se sabe muy bien cómo, es, hoy mismo (“¡Quiera el infierno, dijo Pound, que escuchemos otra vez las espadas cuando chocan!”) un asunto complejo.

Pensar esto más y mejor.

S.V