Anécdota o acontecimiento

Por Emilio J. Laferranderie

Libro de las opiniones, segunda publicación de Santiago Vera, se plantea formalmente como poemas en prosa narrados en primera persona. Sin embargo, el tono y los objetivos distan de ser exclusivamente confesionales o enmarcarse en una retórica de la observación coloquial. No se trata entonces de un examen interno en el cual el «yo» sale fortalecido o fisurado después de sus recorridos usuales por los abismos. En verdad, se constata que la «primera persona», en la lógica de este texto, es un intermediario, una herramienta meramente operativa: «Digo , suma de efectos, suceder, pasar, haber, un <la> en el xilófono, así pasan los Acontecimientos, pum, una cosa, una hidroeléctrica companion y, de repente, la bomba de Hiroshima». Los poemas buscan escribir o dejarse escribir por las huellas de un acontecimiento. Pasar, suceder, partir, infinitivos en los cuales el yo queda librado a ser un «fenómeno atmosférico» que se refracta y desdobla en busca de «Un hecho, por ejemplo, que diga las cosas como son. Pero no que su efectivo darse señale una interpretación unívoca, sino que su simple estar ahí diga por sí solo lo indecible por nosotros». Es en este proceso donde el libro obtiene fuerza explicitando la oposición temática que lo construye: anécdota o acontecimiento. Dos polos: la escritura de los efectos del acontecimiento o la repetición imaginaria de la anécdota plana. La pregunta sobre cómo el poema puede salir del consenso verbal que todo lo transforma en imágenes-anécdota digeribles para el consumo es el centro articulador de este proyecto.

Para Santiago Vera, el plan de evasión de esas imágenes reside en problematizar las palabras no como acertijos semánticos sino como un método de investigación de las condiciones de posibilidad de la escritura con relación a los acontecimientos. Las estrategias son varias: desde el diálogo satírico-profesoral con el lector en el poema inicial, pasando por trazos biográficos, la vida universitaria (hay una excelente serie de versos dedicada a la fundamentación metafísica de la costumbre de beber una Pilsen y volver a clases), un gráfico vacuno y principalmente las especulaciones urbanas de un joven capaz de analizar la composición de los hiatos sociales («Y todo ello porque quería entender cómo me significo en este texto que ocupa en el mundo»).

Una propuesta situada, claro está, dentro del ámbito menos ortodoxo de la <poesía del lenguaje> donde es posible detectar fragmentos de los buenos poemas que han transitado uno de los cauces originarios de nuestra historia literaria (¿y qué es una tradición poética sino la respiración verbal de los libros pasados en los presentes, volviendo como una memoria involuntaria y siempre diferida?). Aquí el autor despliega una concatenación de versos y fórmulas analíticas que interrogan al lenguaje, utilizando un intervalo que va desde la cotidianeidad irónica hasta una orilla filosófica que recurre a cierta estructura próxima al silogismo o al epigrama como sentencia cognitiva. El interés exploratorio no parece detenerse en indagar los orígenes del lenguaje, sino en visibilizar la arbitrariedad representacional haciendo uso de temáticas de apariencia familiar o simulacros de introspecciones. Es verdad que la propuesta de confrontar el lenguaje contra sí mismo implica riesgos que pueden conducir al poema a una aporía. Pero las breves distracciones del poeta no fisuran en ningún momento la percepción de un conjunto que logra establecer un duradero lazo verbal con el lector. El pulso de Santiago Vera no decae sino que logra ampliar con inteligencia este ejercicio de conocimiento y metapoética con toda la serenidad de quien sabe de qué herramientas dispone y cómo trazar lúcidamente una exacta línea de fuga.