¿Se hará responsable Prieto del vacío? notas en torno al debate sobre “Los Varios Perú”

Por Rodrigo Vera

Desde hace varias semanas, se ha suscitado un debate en torno a la obra de Fernando Prieto Los Varios Perú, ganadora de la última versión del concurso Pasaporte para un artista organizado por la Alianza francesa.  A la crítica inicial de Mijail Mitrovic[1] se le sumó la respuesta de David Flores Hora[2], uno de los jurados del concurso, y la correspondiente réplica del primero; luego, la defensa de Prieto[3] a la crítica de Mitrovic. En los últimos días, ha aparecido un artículo de Stephan Gruber que pretende ordenar las premisas conceptuales de ambos bandos de la crítica y plantear una reflexión más amplia sobre las relaciones entre arte y política.[4] Creo que a estas alturas del debate, sería ocioso desmenuzar a detalle cada una de las posturas que se han ido formulando. Lo que quiero más bien es recoger algunas premisas conceptuales de la discusión para mostrar cómo estas se redefinen si uno aborda las premisas materiales del trabajo en mención. Una aproximación de este tipo, considero, relativiza así tanto la crítica de Mitrovic como el discurso de Prieto presentado en su texto de pared y circulado con matices distintos hace unos días en Facebook.

La pieza en cuestión nos muestra una pequeña sala iluminada uniformemente que está conformada por una serie de cuadernillos blancos plastificados, los cuales emulan ser ladrillos, y en cuyo interior aparece un conjunto de respuestas a la pregunta “¿cuáles crees que fueron las causas del surgimiento de grupos subversivos del Perú en los años 70 y 80?”. Prieto recopiló estas repuestas vía Facebook, una página web creada para la ocasión y correos electrónicos. Las respuestas fueron recogidas de todos los departamentos del país y su alcance fue de aproximadamente 200 mil personas, de las cuales se recibió 465 respuestas.

Entiendo que la intención de Mitrovic fue la de “leer al concurso y a la obra ganadora como un bloque indisociable” para así mostrar los presupuestos ideológicos de la institución que galardona la obra de Prieto con el primer lugar del concurso, cuya temática fue “la (no) memoria en una sociedad”  y las formas en las que el arte puede representar la historia de la violencia política en el Perú.  En tal sentido,  la principal crítica de Mitrovic es que Prieto se limita a ofrecer un contenedor neutro en donde se depositan todas las opiniones sobre las razones que ocasionaron el conflicto armado interno en nuestro país, sin una discriminación crítica de las mismas, esto es, sin tomar una postura ante tal escenario. Ello reproduciría el consabido juicio posmoderno de que “todas las opiniones valen por igual”, lo cual nos hace renunciar al intento de articular todas ellas en un horizonte de verdad histórica. Al premiar el jurado una pieza así estaría legitimando esa posición y reproduciendo de paso la creencia según la cual el arte solo puede ofrecer puntos de vistas subjetivos que celebran la indeterminación y reniegan de cualquier tentativa de definir ese flujo. Gruber ha complejizado las premisas de esta discusión, pero no me voy a detener aquí al respecto.

En el otro extremo, Prieto rechaza la premisa inicial de Mitrovic y lo acusa precisamente de no discutir la obra y más bien priorizar el texto crítico que la presenta, como si este agotará las inagotables capas sensitivas y conceptuales puestas en juego. El artista sostiene que la obra plantea para él “una experiencia sensorial, intuitiva, intelectual y emocional” intraducible a otros lenguajes y que por lo tanto “lo que yo quiera decir o no a través de la obra está en ella misma, no en el texto.” Prieto reproduce así el antiguo, y ya a estas alturas cuestionable precepto según el cual “la obra se defiende sola”.

Debo decir que Prieto está en todo su derecho de exigirle más atención a Mitrovic en torno a su propio trabajo. Pero debo añadir también que todo el efecto expansivo que ha generado su pieza no hace más que contradecir su premisa inicial, ya que él mismo se ha sumado al debate elaborando un discurso alrededor de esta, anexando así una nueva capa textual además de la exhibida en la pared de la galería. A pesar de que Prieto ha reclamado mayor atención a la dimensión sensitiva de la obra, en el debate se ha priorizado su nivel conceptual, ya sea a través de una exigencia a juzgar “la dinámica generada para obtener las respuestas” (Flores Hora), la conexión entre el posicionamiento de la obra y la institución que la premia (Mitrovic) o los presupuestos ideológicos en torno a las relaciones entre arte y política que el debate ha puesto en juego (Gruber). Incluso el mismo Prieto ha decidido participar de esta aproximación al ensayar una distinción entre la verdad jurídica y la verdad del arte. Todas muy interesantes, pero insuficientes y a veces apresuradas si es que no nos detenemos primero a mirar la obra con mayor atención.

Sobre la experiencia sensorial, Prieto solo nos conmina a “poner atención a la temporalidad del descubrimiento de la obra misma y a los estímulos sensoriales que la persona recibe antes y después de descubrir los mensajes en cada “ladrillo””. Entiendo que puede parecer de mal gusto que el artista se convierta en su principal defensor, explicitando los detalles, en este caso sensoriales, que la crítica ha ignorado. Por eso, voy a tomarme la licencia de tomar la posta de Prieto y hacer lo que según él, no ha hecho Mitrovic, no para regodearme en las calidades artísticas de la misma y desviar la premisa inicial que dio origen al debate, sino para reubicar la crítica ideológica de Mitrovic y observar si después de lo dicho esta se sigue sosteniendo de igual forma.

Dicho esto, vayamos a la pieza.

Gruber ha arrojado algunas pistas interesantes sobre el montaje al evidenciar que la sala está diseñada a la manera de un cubo blanco, el espacio exhibitivo moderno por excelencia, según el cual se suspende la contingencia de lo que sucede fuera de la sala para privilegiar una aproximación “pura” a las obras expuestas dentro de la misma. Este recurso escenográfico es reforzado ideológicamente por Prieto al señalar que el objetivo de la obra es “visibilizar las múltiples respuestas, crear un espacio neutro donde escucharlas, tolerarlas y aprender de ellas”. Para ir al punto,  yo creo que el espacio no es tan neutro como señala el artista y como parecieran suscribir las tesis de Mitrovic y Gruber. Estos últimos han deducido de ello una falta de toma de posición ante la historia de la violencia política. El artista, en cambio, no cree que sea así aduciendo que su aporte es el de ofrecer precisamente un espacio donde “visibilizar eso que generalmente permanece oculto en nuestro país” “escuchar lo que el otro piensa”, etc.

Mi impresión es que si uno observa la pieza a detalle resulta problemático deducir de ella una ausencia de toma de postura ante el problema planteado. No obstante, admito desconocer si las cualidades que voy a señalar a continuación fueron intencionales por parte del artista. No importa. En todo caso, este sería un ejemplo perfecto de cómo la cualidad inasible del arte, que para Gruber es problemática, lo es también para el artista. Veamos:

Como vimos, la instalación recubre la sala con un conjunto de pliegos de cartulina blanca que aparentan ser los ladrillos de las paredes antes de ser intervenidas por el artista.  Es decir, Prieto crea una ilusión consistente en denegar el artificio que supone intervenir la sala.  De ahí que la primerísima impresión al entrar a esta es que no hay nada que mostrar. Pero esta ilusión rápidamente se cancela  al acercarnos a las paredes y confirmar que se trata solo de cartulinas y que lo que hay para mostrar está por debajo de ella: las respuestas de los participantes ante la pregunta planteada por Prieto.

Accedemos a las respuestas-opiniones a través de una acción mínima: levantar la cartulina, abrirla para leer el texto escrito sobre ella. Si las respuestas no hubiesen estado al interior del pliego, sino al interior de ladrillos, la acción de leer lo que se esconde en su interior hubiese sido más bien violenta: un golpe seco, un mazazo. La fragilidad de la cartulina se opone así a la resistencia del concreto que pretende emular la primera. Esto quiere decir que el velo que recubre la opinión es frágil y que la acción de descubrirla supone la delicada actividad de examinar un interior que no se devela por sí solo. El lugar al que apunta la metáfora es claro. Prieto pretende representar la narrativa histórica del Perú a través de un cuarto aséptico en donde cada ladrillo-cartulina hace las veces de la versión de cada ciudadano sobre las causas del conflicto armado, solo reveladas en su complejidad una vez que el espectador (¿nosotros?) se anima a alzar el velo de estos fragmentos. Lo interesante es constatar que una vez que arrancamos el velo, esto es, vamos más allá de la superficie, encontramos, no verdades, como uno podría suponer si somos consecuentes con la imagen del velo, sino opiniones, más superficie. El velo es en sí mismo entonces ilusorio. En rigor, no es un velo sino una apariencia de velo. Dejo flotando una serie de preguntas aquí: Si seguimos desfoliando el pliego y le damos vuelta a la página donde aparece la opinión escrita, ¿qué encontramos? Pues más páginas en blanco. Si la página escrita es la versión individual de cada peruano, ¿qué serían estos blancos respecto a la página escrita? O mejor aún ¿qué seria este blanco en relación al blanco de la superficie inicial (“portada”) del pliego? Cada versión individual tiene muchas capas, de las cuales solo una ha sido marcada por el texto. ¿Por qué?

Sigamos.

La pregunta sobre el valor de todas las opiniones emitidas en su encuesta, no sobre su verdad o falsedad, parece responderla Prieto de un modo que contradice lo que se observa en su instalación. Este responde que sí, todas son valorables en tanto opiniones, a pesar de que el artista no las comparta ni se responsabilice por ellas. “Solo se responsabiliza por el hecho de que sean dichas, una suerte de responsabilidad de la forma, más no del contenido”, como ha señalado Mitrovic. Pero es precisamente en este aspecto que su obra relativiza su idea inicial.  No solo sucede que los ladrillos-cartulinas son de medidas variables, sino que las opiniones emitidas en su interior están, en algunos casos, escritas en un orden distinto respecto al número de cartulinas que conforman el cuadernillo, algunas más adelante, otras más atrás.[5] Si seguimos el hilo de valorar la experiencia sensorial que propone Prieto, y si somos estrictos en ello, experimentar que en la mayoría de casos uno levante el primer folio y lea, en el segundo, el texto, es muy distinto a que uno abra el cuadernillo y no encuentre nada, salvo en páginas posteriores. Puede parecer quisquillosa esta observación. Pero no creo que lo sea básicamente por lo siguiente: acoger un conjunto de opiniones sobre un cuadernillo y no sobre un ladrillo, o sobre una superficie que carezca de un interior al cual uno puede acceder con facilidad (sin romper la superficie), no es una decisión inocente. Quiero suponer que en efecto no lo fue para Prieto y que el uso de este va más allá de cuestiones técnicas que responden al objetivo de darle volumen a la cartulina para que imite mejor el concreto. Un cuadernillo está definido por muchas capas (páginas) cuyo orden sucesivo establece una jerarquía implícita en relación al texto que colocas sobre estas. Esto lo saben bien los diseñadores gráficos.Y algunos poetas. Un texto se valoriza de modo distinto atendiendo al espacio en blanco que lo circunda, pero también atendiendo al orden que este ocupa en relación a las demás páginas del cuadernillo. La dialéctica no opera solo entre texto y texto, sino también entre texto y vacío y entre texto y volumen. Importa en ese sentido las medidas variables en donde aparece cada opinión, pero además, la posición que ocupa esta en relación al conjunto de cartulinas vacías que la anteceden o prosiguen.

No pondría tanta atención a este dato si la propuesta de Pietro no contemplara el cuadernillo-ladrillo como el principal recurso metafórico para aludir a la suma de fragmentos-perspectivas que tejen nuestra historia nacional. En efecto no solo se trata de soportes, sino de la escenificación de la voz de cada peruano. Ajustar esa voz a la imagen de un cuadernillo pasa por asumir que, como la propia memoria, esta está dispuesta de muchos estratos, algunos más cercanos a la superficie visible de lo público, otros más ocultos y arraigados en la marginación del anonimato.  La respuesta a la pregunta sobre cuáles deben ser más rápidamente legibles y cuáles no es un modo de articular sutilmente una postura ante el conflicto que no pasa por el hecho de que el artista determine su posición por escrito, sino más bien por que sepa diseñar un lenguaje visual que sea efectivo como respuesta.

Pero no solo eso, el segundo punto que apoya mi argumento es que si uno examina la disposición de los cuadernillos-ladrillos desde otro ángulo se encuentra también con sorpresas. Si la instalación misma pudiera responderle a Mitrovic sobre la celebración acrítica del pluralismo que ella contempla, lo haría pidiéndole que se detenga precisamente en el eje estructural desde el cual es posible redimir ese desorden. Me refiero a los vértices de la sala. Desde ese punto de intersección algo se puede decir sobre aquello que articula (o no) la masa de opiniones que pululan en esta. Lo curioso es que lo que uno encuentra allí es un vacío. La expectativa de leer no solo se aplaza como en aquellos cuadernillos cuyo texto está en la tercera o cuarta hoja, sino que nunca llega a consumarse. Este es en efecto la única zona en la instalación en donde se puede observar una diferencia cualitativa en relación a las demás. A ello, se le suma el hecho de que los cuadernillos están cortados algunos por la mitad, otros casi un quinto del total. Además, los folios se trenzan entre sí cuando uno quiere abrirlos. Levantar el velo no es ya un acto delicado, como sucede con los otros ladrillos-cuadernillos, sino más bien friccionado e incómodo. Lo cierto es que detrás del velo no hay ni opinión, ni verdad, solo cartulinas en blanco que se suceden unas a otras. Entonces, si el pluralismo acrítico nos viene dado por acoger escrituras diversas sobre el conflicto sin ningún juicio que distinga y tome parte de la instalación, ¿qué puede significar que en los vértices lo que encontremos sea precisamente una ausencia de escritura?

Mi hipótesis es que es en este sector que la instalación de Prieto nos ofrece algo más que el aparecer como un mero espacio neutro cuyo objetivo es el de escuchar, tolerar y aprender de las opiniones que allí se formulan. La ausencia de opinión en los vértices re-articula la escena y nos obliga a pensar de nuevo la instalación.

Si cada ladrillo-cuadernillo escrito representa la voz de un peruano, ¿qué representaría cada ladrillo-cuadernillo en blanco? La respuesta en un primer nivel es obvia: su silencio. Pero ¿cómo interpretar ese silencio? ¿Y por qué ubicar ese silencio en el vértice? Una zona que articula, porque une y separa al mismo tiempo,  un espacio que acumula tensión y cuya dinámica conceptual se parece precisamente a la dialéctica de disenso (separar) y consenso (unir) que Mitrovic le atribuye a la verdad histórica sobre el conflicto armado, para él ausente en el relato de Prieto. Así, la zona que mejor se identifica con la concepción de verdad de Mitrovic es la del vértice del espacio exhibitivo. Allí una nada, un silencio que nos da que pensar porque está sometido a una ambigüedad distinta que la de las meras opiniones expuestas en las paredes y es de mayor densidad conceptual que estas.

Podemos hacer el ejercicio de imaginar que a la pregunta que Prieto realizó sobre las causas del conflicto, algunos respondieron en blanco y el artista decidió colocar esas respuestas en el vértice. Podemos imaginar también que las cartulinas en blanco plegadas al vértice son las respuestas del mismo Prieto a su pregunta. Allí, le daríamos la razón al artista: su toma de posición tendría que ver más con el diseño de la instalación que con un lenguaje escrito, por lo demás inconmensurable respecto al primero. En cualquier caso, la ambigüedad no solo es relativa al agente subjetivo detrás del silencio, sino al sentido del mismo. El silencio puede ser un acto negativo o positivo, en un sentido lógico. Si es negativo es cercano a la indiferencia: callo porque no me importa. Si es positivo, se convierte en una acción consciente: mi propio callar es mi respuesta. No un decir nada, sino una nada que se dice de acuerdo a dos sentidos: o porque lo que quiero decir es nada o porque lo que quiero decir no lo puedo decir realmente y exhibo mi impotencia.  En este último nivel, el silencio es la ceniza del habla.

En términos históricos, ese silencio puesto en el vértice también puede ser interpretado de acuerdo a los sentidos propuestos. Ensayo algunos significados: 1. Que la articulación (el marco de verdad) de las opiniones está aún por escribirse. Las cartulinas-ladrillos vacíos son espacios preñado de futuro. Allí vislumbramos la pulsión utópica de la pieza 2. Que en tal articulación reina el poder de la indiferencia y de ahí la intolerancia o la desidia de construir nexos narrativos en nuestra historia última. 3. Que en tal articulación se condensa nuestro trauma como sociedad. Y asumiendo que el trauma excede la capacidad del sujeto para simbolizarlo, lo que queda es un lenguaje atragantado, el silencio como la huella de una herida. Allí algunas pistas para revalorar la toma de posición que pone en escena Prieto con su obra.

Lo que he querido sostener es que si nos aproximamos a la pieza desde una dimensión material, como nos ha reclamado Prieto, la crítica ideológica de Mitrovic se relativiza, pero también el texto de pared del mismo Prieto y su defensa vía Facebook.  Queda por preguntarle al artista: si él mismo no se hace responsable de las opiniones contenidas en su trabajo, ya que no son sus opiniones ni son necesariamente compartidas por él, como ha señalado en la nota al pie de su texto, ¿sostendrá lo mismo sobre el silencio infiltrado en el vértice de su instalación?
¿Se hará responsable Prieto del vacío?

[1] Cfr: https://notasdetrabajo.lamula.pe/2016/09/20/una-sociedad-sin-verdades-respuesta-a-dos-preguntas/mijailmitrovic/

[2] Cfr: Parte I http://peru21.pe/cultura/cuestiones-politicas-david-flores-hora-opinion-2258372 y Parte II http://peru21.pe/cultura/cuestiones-politicas-ii-david-flores-hora-opinion-2258961

[3] Cfr: https://www.facebook.com/notes/fernando-prieto/verdades-cortas-o-realidades-complejas/10154008772048367- En las últimas horas, Mitrovic ha replicado aquí: https://notasdetrabajo.lamula.pe/2016/10/09/la-ideologia-de-la-forma-respuesta-a-fernando-prieto/mijailmitrovic/

[4] https://despuesdehoy.wordpress.com/2016/10/06/verdad-indeterminacion-y-politica-en-el-arte-notas-al-debate-sobre-los-varios-peru/

[5] Lamentablemente, no extraje una foto para probar esto que digo. Lo mismo respecto a mi apunte posterior sobre la ausencia de texto en los vértices de la sala. Espero se confíe en mi testimonio presencial.